lunes, 7 de septiembre de 2009

La moneda de lo absoluto



Extraido de Histoire(s) du cinéma [3A] La monnaie de l'absolu (Jean-Luc Godard, 1998)

Transcripción

Ha terminado por ser necesario llamar la atención de los gobiernos europeos sobre un hecho hasta tal punto pequeño que parece que los gobiernos no lo perciben. He aquí el hecho: se asesina a un pueblo. ¿Dónde? En Europa. ¿De este hecho hay testigos? Un testigo, el mundo entero. ¿Los gobiernos lo ven? No.

Sobre las naciones hay algo que es inferior a ellas, los gobiernos. En algunos momentos, este contrasentido estalla: la civilización está en los pueblos, la barbarie en los gobernantes. ¿Esta barbarie es voluntaria? No. Es simplemente profesional. Lo que el género humano sabe, los gobiernos lo ignoran. Esto se debe a que los gobiernos no ven sino a través de una miopía, la razón de Estado. El género humano mira con otro ojo, la conciencia.

Nosotros vamos a asombrar a los gobiernos europeos enseñándoles una cosa, que los crímenes son crímenes, que no le está más permitido a un gobierno que a un individuo ser un asesino, que Europa es solidaria, que todo lo que se hace en Europa es hecho por Europa, que, si existe un gobierno de bestias salvajes debe ser tratado como una bestia salvaje; que a esta misma hora, muy cerca de nosotros, ahí, ante nuestro ojos, se masacra, se incendia, se saquea, se extermina, se degüella a los padres y a las madres, se vende a las chicas y a los muchachos; que a los niños demasiado pequeños para ser vendidos se les mata de un sablazo; que se quema a las familias en las casas; que tal población, Balak, por ejemplo, en algunas horas queda reducida de nueve mil habitantes a trescientos; que los cementerios están atestados con más cadáveres de los que se pueden enterrar, de manera que a los vivos que les han enviado a la matanza, los muertos envían la peste, lo que está bien; esto enseñemos a los gobiernos de Europa, que rajan a las embarazadas para matarles los hijos en las entrañas, que en las plazas públicas hay montones de esqueletos de mujeres con la huella de haber sido reventadas, que los perros por las calles roen el craneo de las jóvenes violadas, que todo esto es horrible, que bastaria un gesto de los gobiernos de Europa para impedirlo y que los salvajes que cometen estos crímenes son pavorosos, y que los civilizados que los dejan cometer son espantosos.

Los gobiernos farfullan una respuesta. Ya tienen ensayado este balbuceo. Ellos dicen: se exagera. Sí, se exagera. La ciudad de Balak no se ha exterminado en algunas horas, sino en algunos días; se dice doscientos pueblos quemados, y no hay más que noventa y nueve; lo que llamáis peste no es más que tifus; no todas las mujeres han sido violadas, no todas las chicas han sido vendidas, algunas han escapado. Han castrado a los prisioneros, pero también les han cortado la cabeza, lo que atenúa el hecho; el niño que dicen fue tirado de una lanza a otra, en realidad, no ha sido mas que puesto en la punta de una bayoneta, etc., etc.

Y además, ¿por qué este pueblo se ha sublevado? ¿Por qué un grupo de hombres no se dejaría dominar como una manada de bestias? ¿Por qué? Etc., etc., etc. Esta manera de hablar aumenta el horror. Jugar con la indignación pública, nada hay más miserable. Las atenuaciones agravan. Es la sutilidad defendiendo la barbarie. Llamemos a las cosas por su nombre. Matar a un hombre en el lindero de un bosque se llame el bosque de Bondy o la Selva Negra es un crimen; matar a un pueblo en el lindero de este otro bosque llamado diplomacia es un crimen también. Más grande. Eso es todo. ¿Dónde irá a parar? ¿Cuándo terminará el martirio de esta pequeña y heroica nación? Se nos dice: ustedes olvidan que hay "cuestiones". Asesinar a un hombre es un crimen, asesinar a un pueblo es "una cuestión". Cada gobierno tiene su cuestión. Nosotros respondemos: la humanidad también tiene su cuestión; y esta cuestión, hela aquí, es más grande que la India, Inglaterra y Rusia: es el niño en el vientre de su madre.

Victor Hugo
29 de agosto de 1876

No hay comentarios:

Publicar un comentario